domingo, 16 de noviembre de 2008

Las cuerdas de la guitarra


Cuando tenía 19 años me compré una guitarra. Después de pensarlo mucho me decidí, ojalá lo hubiera hecho antes. Poco después busqué un profesor de guitarra y empecé a dar clases.

Si alguien me dijera que todo esto me ocurrió en otra vida le creería porque hay cosas que parecen tan lejanas como las estrellas.

Fue una época difícil aunque, de alguna manera, la recuerdo con cariño porque por aquel entonces tenía sueños, sueños de verdad. Recuerdo mi primera clase de guitarra. Recuerdo que mi profesor me dijo que tenía manos de guitarrista. Recuerdo el lugar donde dábamos clase, hacía frío, era una especie de casa antigua muy misteriosa a su manera. Recuerdo muchas cosas. Recuerdo también lo que me explicó mi profesor de que cuando pulsas una cuerda de la guitarra las vibraciones se transmiten de una a otra, me hizo pensar en que las personas somos como cuerdas de guitarra y que de alguna manera estamos entrelazados, nuestras vibraciones se trasmiten.
Me ha hecho gracia cuando alguna vez, por ejemplo, llego a un blog de casualidad y dejo un comentario. Luego el dueño de ese blog se pasa por el mío y entonces decide entrar en el blog de otra persona que ha comentado antes en mi blog y a su vez alguien que viene después entra en el blog de este último y…… y bueno, se entiende la idea, ¿no?

A nivel cibernético somos como vibraciones, como cuerdas de guitarra, como carreteras que vamos abriendo camino para que otros circulen por ellas y lleguen hasta otros.... puentes, somos como puentes.
Pero éste no es el tema del que quería hablar aunque puede que sea más interesante.

La guitarra se convirtió en una obsesión, pensaba que había encontrado algo que me haría sentirme mejor pero fue bastante frustrante. Por un lado mi profesor, que hizo todo lo que pudo por mantenerme motivado, diciéndome que tenía mucho talento, que podía ser un gran guitarrista. Por otro lado mi miedo a tocar en público o a acudir a clases con más gente lo que me hacía estar tan nervioso cuando tocaba delante con público que me equivocaba más de lo normal y acababa totalmente desencantado…
Aquella época fue difícil, la adolescencia, o el final de ella, siempre es complicada. Puedo decir tranquilamente que tocar, componer, ser un buen músico es la segunda cosa que más he deseado en esta vida pero con el tiempo hice algo que nunca creí que haría, dejé de tocar.
Fui dejándolo poco a poco hasta que murió mi abuela, entonces lo dejé del todo, me volví a mi casa (por entonces vivía con mi abuela) y desde entonces, hace dos años ya, han estado (eléctrica y española) a los pies de la cama como estatuas de piedra, dormidas… hasta hace un mes.

Un sábado me llamó mi amigo por teléfono, se puso a hablarme de algo pero sabía que me había llamado para otra cosa, lo notaba en su voz y al fin me lo dijo. “Oye, porque no quedamos y empezamos a tocar, tu tocas y yo canto, a ver qué sale, puede ser divertido, ¿qué te parece?”.
Vaya por delante que lo que menos me apetecía era volver a tocar la guitarra porque me traía malos recuerdos, porque era como una puerta cerrada hacía mucho tiempo y porque sabía que sería inútil volver a intentarlo ya que no tenía metas ni motivaciones y sería una pérdida de tiempo. Le dije que sí porque tengo problemas para decir que no y porque era una buena excusa para volver a mi amigo de toda la vida al que había visto sólo unas 5 ó 6 veces durante los últimos años, increíble pero cierto... la distancia es el olvido.

¿Cómo he podido estar dos años sin tocar la guitarra, porqué renuncié a mi sueño? ¿Por qué?

Volver a ver a mi amigo ha sido genial, nos reímos tanto que a veces creo que me va a dar un ataque al corazón. Siempre hemos tenido esa facilidad para hacernos reír con cualquier chorrada. Nos entendemos con la mirada, a veces no hace falta decir nada. Después de habernos visto tan poco en los últimos tiempos es agradable volver a compartir tiempo juntos. Me dijo un día que era increíble, que parecía que el tiempo no había pasado por nosotros, como si nada hubiera cambiado. Y así es aunque hay cosas que sí han cambiado, por desgracia.

Y volver a tocar también ha sido genial. Al principio fue raro pero poco a poco he ido cogiéndole el punto e incluso me decidí a llamar a mi profesor del que hacía tiempo no sabía nada. Fue agradable hablar con él, me "riñó" otra vez por ser tan dejado, me dijo que podía, que todavía tenía tiempo, que no debería haber estado tanto tiempo sin tocar, que volviera a hacerlo... no sé, sentía que tenía que llamarlo. Ahora no tengo dinero ni ganas de ir a clases de guitarra, practicaré por mi cuenta, sin prisas, sin presión, sólo por el placer de tocar.


Más allá de todo lo que he escrito, más allá del hecho en sí de volver a tocar la guitarra está lo que representa, lo que es dejar algo de lado, algo con lo que uno disfrutaba, sentirte frustrado y fracasado y volver a intentarlo de nuevo. Lo que significa volver a encontrarse con un amigo y como el horizonte, cuando se abre de nuevo ante nosotros, puede asustarte hasta el punto de querer hacerte retroceder, rebobinar y decir "No quiero abrir esa puerta".

Y sobre todo, como todo esto puede abrir viejas heridas que parecían cerradas, como algunos recuerdos enterrados y algunas sensaciones olvidadas pueden volver al presente, como el salir al mundo cual mariposa salida de una crisálida puede ser tan doloroso y aterrador (exagerando un poco) y hasta qué punto la vida puede ser un círculo, un ciclo que se repite una y otra vez, un bucle del que hay que intentar salir para no permanecer atrapado para siempre.


"Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me
encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan
las campanas; doblan por ti."

John Donne